• CONTACTO

Alocuciones institucionales

Margarita Álvarez 13/01/2015

Alocución de la directora saliente, Margarita Álvarez

Esta noche finaliza el cometido de esta Junta Directiva que comenzó hace ahora dos años, y también de mi función como Directora de esta comunidad de la Escuela. La acción verbal que corresponde a este sustantivo es “dirigir” y, no hay duda, de que un director o una Junta Directiva tienen que dirigir algunas cosas. Pero su labor fundamental no es solo que la Comunidad funcione sino que lo haga de un modo que dé a la Escuela la posibilidad de existir en ella; es dar a la Comunidad una orientación que no se construye sola sino a partir del Otro, de algunos, de muchos otros.

Entre la dirección y la orientación, ambas necesarias, esta Junta ha desempeñado su labor, y lo ha hecho con alegría, es decir, con deseo, no retrocediendo o dejando caer las cosas en los momentos de dificultad sino buscando maneras de hacer de algún modo, algo, cada vez, con el imposible que se presentaba, ya fuera propio o ajeno.

Hacerse responsable de la relación con el imposible propio o con el imposible ajeno es parte fundamental de la formación del analista, de la aventura de la formación del analista que no es sin vicisitudes, distintas para cada cual o según el momento.

Ningún logro asegura esta formación por lo que es preciso renovar el compromiso cada vez, sin dejarse desanimar por las cuestiones, propias o ajenas que surjan. No estamos en una escuela que se rige por un ideal sino en una Escuela que se orienta por lo real y, esto hay que aceptarlo, con todas sus consecuencias.

Somos miembros de una Escuela de psicoanálisis y esto, en una escuela que se rige por los principios de la escuela de Lacan como hace el conjunto de la escuelas de la AMP, quiere decir algo más que estar inscrito, pagar una cuota o participar en las actividades; quiere decir consentir en hacer una experiencia, analítica, que incida en nuestra posición de goce y rectifique nuestro modo de vida: en el análisis propio, en el análisis de control, por supuesto, pero también en la Escuela —no sin pasar por su experiencia. Se trata de poder hacer de la Escuela misma una experiencia de formación donde se ponga en juego para cada uno su relación con el inconsciente. Ella no es una sociedad de analistas sino una escuela de analizantes. Tampoco es un club de amigos, por lo que hay que velar por evitar la pendiente a la identificación y al grupo que la contrarían. En la Escuela no se trata de medirse, ni de aliarse, ni de hacer la guerra a los pares, a los iguales. No se trata de la relación con estos últimos: se trata para cada uno de afrontar y encontrar un modo de hacer con lo radicalmente extraño, extranjero, que le habita. Podemos decidir cada vez tomar las cuestiones que se nos presentan desde la vertiente Escuela, solidaria del régimen de la inexistencia del Otro o desde la solución identificatoria, basada en el régimen de la existencia del Otro, haciéndonos así responsables de trabajar para la propia formación o en contra de ella.

Podemos dejarnos ir a la pendiente estructural de crear una figura de la existencia del Otro de la cual quejarnos, a la cual denunciar. Pero hacer existir la Escuela implica soportar y sostener cada vez las consecuencias de la inexistencia radical y definitiva del Otro, y tener que orientarse en la propia certidumbre y en la de algunos otros, ambas necesariamente agujereadas para que sean analíticas.

Es la experiencia con el propio inconsciente la que está fundamentalmente implicada en la formación del analista, la relación con el agujero fundante del inconsciente, en torno al cual gira la propia formación. No podemos hacer mucho por incidir directamente sobre la relación que cada uno tenemos o tiene con ello, más que perseverar en ser incautos de lo real para no fijar posiciones, propias o ajenas, y dar, darnos, el tiempo necesario para que algo nuevo, quizás, en algún momento, pueda acontecer.

Aunque llamemos “enseñanzas” a nuestras actividades, sabemos que no hay enseñanza predeterminada, que la transmisión verdadera es la que se produce entre el inconsciente y el sujeto y siempre viene por sorpresa.

Hemos tratado asimismo de que el affecto societatis circulara, movilizar los puntos posibles de fijación en la vida asociativa, o no contribuir a crear más, si bien sabiendo lo que tal empresa representa de imposible ya que requiere el consentimiento de cada cual. Pero la tarea de una Junta Directiva incluye incomodar a los miembros y a los socios de sede de la buena manera, es decir de una manera que pueda ser productiva para ellos y para la Escuela.

Esta última se sostiene en un agujero y no se trata ni de llenarlo ni de quedar paralizados ante ello, sino de hacerlo productivo para la propia formación. Trabajar por la Escuela no se puede hacer con el ideal de solucionar todos sus problemas, los distintos modos que tenemos de fallar la cosa. Si trabajamos desde el ideal, preparamos el campo de la futura decepción, lo que nos puede llevar luego a querer “retirarnos”.

¿Hay miembros retirados, decepcionados, cansados, aburridos, no interesados? ¿Cómo estamos cada uno en relación a al Escuela? A veces, parecería que hay algo de eso. Esa es al menos mi interpretación de algunos comentarios recibidos en relación a la invitación a presentarse a las instancias. No deja de sorprenderme porque para mí la Escuela es un lugar de vida, es decir, de deseo, a pesar de las dificultades y las decepciones, que trato en la medida de lo posible de poner a mi cargo sin responsabilizar al otro de ellas, para hacerlas producir y que reviertan en algo interesante para mí y para la Escuela.

No es mi intención hacer un juicio sobre dichas respuestas ni sobre la ausencia de un número de candidaturas suficiente para las plazas que habría que cubrir según esta comunidad aprobó hace pocos años. Considero que podemos empezar a pensar, si alguno no lo había hecho todavía, que esta comunidad tiene un síntoma al respecto. Aunque el problema desde luego no es que haya síntomas, ineliminables para los parlêtres, sino que no sean productivos.

Esta Junta Directiva que ahora sale se presentó en el que probablemente fue para la mayoría el momento de percatarnos de que algo pasaba. Como Junta, hemos tratado de hacer algo con ello y nos parece que eso ha dado frutos. Pero, también, nos parece que será tarea de esta Comunidad seguir trabajando en torno a este posible síntoma para cernirlo mejor y tratar de movilizarlo y dar la posibilidad de que algo nuevo pueda producirse.

Pero, por nuestra parte, es el momento de pasar el relevo a otros. Y es necesario hacerlo, para que otros puedan venir, con otras ideas o proyectos distintos y otras perspectivas o maneras de hacer con la “cosa” que nos habita.

Antes sin embargo, de pasar la palabra a los candidatos a la dirección de la Comunidad de Catalunya o a miembros de su Junta Directiva, quiero agradecer a mis cuatro colegas de Junta su compañía y su trabajo durante este periodo: a Begoña Ansorena, en particular, su eficiencia y su sensibilidad en las decisiones y las tareas; a Laura Canedo, su buen manejo de la responsabilidad sin abandonar en ningún momento la ligereza; a Pepa Freiría su lucidez tan poco proclive a embrollarse con lo imaginario y, a Àngela Gallofré, su humor manifiesto y su seriedad patente en todas las áreas de la vida y de la Escuela. A todas, su buena orientación y su trabajo en el área específica de la Junta Directiva de la que se han hecho cargo, así como en todas las tareas en general, que han revertido en el conjunto de la Junta volviendo para mí todo más fácil. Y, junto a su apoyo personal, quiero agradecerles su fidelidad hacia esta comunidad analítica y hacia la causa.

Una de las cosas que más me compensa de los esfuerzos realizados es escucharles decir que, ellas, también han sabido hacer de los suyos una experiencia. Han consentido a ello y eso ha tenido sus frutos. Me despido de ellas ahora, en tanto directora de la Comunidad, esperando que en algún momento, ocupen la función que ahora dejo y ellas mismas puedan pasar luego a otros el testigo.

Por último, agradezco a todos y a cada uno de los miembros que nos habéis ayudado de distintos modos a llevar a cabo las tareas de la comunidad, que habéis estado ahí con nosotros, aunque fuera en ocasiones con vuestras críticas. Puedo decir que siempre las hemos tenido en cuenta. A veces nos han ayudado a pensar lo que nosotras no habíamos pensado, porque hay siempre distintas maneras de pensar las cosas, y ello nos ha llevado entonces a modificar alguna de nuestras decisiones. Otras veces, no, pero nos han ayudado a ver con más claridad aún nuestras apuestas. En todo caso, siempre nos han sido útiles.

A unos y a otros, a todos, en cualquier caso, nuestro agradecimiento.

Gracias.